Estar frente a una película infantil dirigida por Martin Scorsese ya por si sola es noticia, aunque como dicen: el perico donde quiera es verde, nos trae en esta ocasión La Invención de Hugo Cabret.
La historia, que en un principio me hizo pensar sería una más sobre aventureros niños sin hogar, sorprende al crear un giro y mostrar entre otros, los motivos que me animan a escribir en este blog, ese sentimiento de amor y fascinación al lugar donde se fabrican los sueños: el cine.
Los escenarios, la fotografía y la música son de cuento, las imágenes vibrantes y extraordinariamente bien llevadas, hasta se perdona la escenografía del parque de diversiones con todo y resbaladilla, y con esta simple aseveración pensariamos que la película es lo mejor de lo mejor, pero en lo personal me ha quedado a deber, salvo durante el guiño a Harold Lloyd y su Safety Last, en ningún momento sentí que Hugo aun viéndolo en pantalla, corriera peligro, tampoco me transmitió tristeza o alegría al igual que el resto de los personajes, todos ellos con papeles concretos y personalidad, fallaron y al menos en mí, no lograron ese vínculo actor-espectador; quizá sea mi niño interior desapareciendo, pues ni siquiera me atrevo a pensar se subestime la percepción de los infantes, al mostrarles lo que para mí es una película bien hecha pero sin la suficiente capacidad de transmitir emociones.
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